OLEO DE MANUEL DOMINGUEZ
Paseando entre naranjos
por el jardín de la Aurora,
lucen rojas amapolas
como luceros brillantes.
Entre aromas y colores,
la belleza está servida
y solo pretendo pasar
una tarde distraída.
Cuando me dispongo
a sentar
en esos bancos de piedra,
oigo el zumbido distante
de una intrépida abeja.
La observo como se eleva
por encima de las flores.
Se detiene, se acomoda,
entre apresadores estambres
de una flor cautivadora.
Y luego se eleva,
Esparciendo
el polen,
mientras vuela veloz, diligente
a su acogedor enjambre.
Sobre la fuente…
Palomas aventureras
rompen en quejumbroso arrullo
y el fluir de las aguas,
lloran etéreos compases
quebrando su arduo orgullo.
El sol, silencia su vanidad
en esta tarde de Octubre
y entre luces…
Se entreabren los jazmines
para rendirle homenaje
a la fuente de los querubines.
No hay belleza comparable
ni paz tan hechizadora
y esta quietud envidiable
en el jardín de la Aurora.
ni paz tan hechizadora
y esta quietud envidiable
en el jardín de la Aurora.
Margary Gamboa.
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